Las viviendas tradicionales se mezclaban con las construcciones agropecuarias (pajares, tinados, corrales, etc).
Las plantas de los edificios eran compactas y cerradas sin patios, en ocasiones anexos a la planta principal (como el horno para el pan, que en ocasiones sobresalía de una de las fachadas con su planta semicircular, o las cortes, donde se guardaba el ganado). Las cubiertas de teja árabe y de paños de gran tamaño con cornisas pequeñas. En general las fachadas se caracterizaban por ser lisas con ventanas pequeñas, grandes puertas y por la ausencia de balcones. El material usado tradicionalmente era la piedra de la zona, concretamente granito y pizarra, con los que se entremezclaba la madera en puertas y ventanas.
En su interior, la cocina ocupaba un lugar privilegiado y era donde se localizaba el horno que, al exterior, adquiere una original forma semicircular a modo de ábside. En la cocina también estaba la lumbre, que servía para calentar la casa y para cocinar. Sobre ella se situaba una gran campana circular de la que colgaban los productos de la matanza (jamones, chorizos, etc) para que se curasen con el humo del fuego